Por el lado contrario, años de admiración, risas, amor y protección. Creció junto a ella, admirando cada paso que daba, cada decisión, cada día que salía a trabajar, a luchar. La miraba y pensaba que nunca tuvo una vida fácil, que en los últimos años sólo la había visto sufrir, aunque disimulara, aunque lo ocultara.
Muchos días se iba a la habitación y volvía a ver si ya se había dormido, a ver si ya descansaba. Lo hacía, a ratos, cuando podía, cuando escapaba. Por fin el rumbo de su vida parecía cambiar un poco, al fin las cosas empezaban a ir bien, todos a su alrededor se recuperaban, entonces decidió irse.
Se fue, con todo el dolor de su corazón, pero se fue. Sabía que los primeros meses serían los más difíciles pero que seguramente algún día la vida le compensaría. O al menos eso esperaba.
Y ya pueden pasar las horas, los días, las semanas, algún mes, que en cada reencuentro no hay nada mejor para ella que verla sonreír, que verla feliz. Y se volverá a ir, pero siempre con la esperanza de que a la vuelta ella sea un poquito más feliz porque no hay nadie en este mundo que lo merezca más. No hay nadie más.
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