martes, 23 de febrero de 2016

Algunas veces

Tengo los pies helados y así es imposible dormir. Me recuerda a la primera noche junto a ti, cómo querer a alguien que te da ganas de salir corriendo cuando te acaricia por debajo de las sábanas.

Mis manos están igual. Los dedos tan fríos que a veces me equivoco al elegir la letra que me toca pulsar ahora. Seguro que esta vez tengo alguna falta de ortografía.

No hago otra cosa que escuchar canciones en bucle. No hago otra cosa que no sea odiarte en los autobuses, no hago otra cosa que no sea aceptar que se acabó. Que el tiempo pasa para todos y que también ha pasado para nosotros. Y que no importa, porque sigo aquí.

Que me preguntan por cuánto hace y contesto que cuatro. Y que es mentira, como la mitad de las cosas que digo por aquí, como la mitad de cosas que te enfadaron. Como cuando dije que escribía cosas en las que no creía y me dejaste de hablar. Como los días que llamabas de madrugada.

Y llego a casa y ella no está. Y paso por al lado de tu casa y no soy capaz de llamar. Y mi casa tiene dos columnas que me mantienen, y sé que tres son multitud, pero es que en ellas he dejado muchas cosas.

Y bien sabes que ya da igual. Que yo ya no te escribo y tú ya no me lees. Que solo eras el olor que inspiraba, las canciones que escuchaba y la comida que me gustaba. Que echo de menos la lasaña. Pero tú no me invitas y a mí ya no me apetece ir.

Cierro las puertas y abro la ventana. Puede que haya llegado el día. O puede que no. El invierno está a punto de acabar y he decidido quedarme con el veintisiete, marzo sigue siendo nuestro.

miércoles, 17 de febrero de 2016

También esto pasará

Claro que es mejor cuando no cuesta, cuando sale solo, cuando eres incapaz de contener la sonrisa, cuando hay alguien que te mira fijamente desde el otro lado de la mesa, cuando te tomas dos cervezas y escribes todo lo que se te pasa por la cabeza. Y además queda bonito. Y piensas, joder, por qué no puede ser siempre así.

Por qué hostias no pudo ser siempre así. Porque hoy tengo que decirlo mal para que quede mejor, porque ya no sé si lo va a leer, porque me gustaría que lo estuviera entendiendo. Porque nunca me llegué a plantar en su puerta, porque su puerta había cambiado de número, porque al final la cobarde fui yo y porque no vuelve. Por qué no vuelves.

Quizá sea algo que nunca entenderé, quizá estábamos equivocados, quizá venga mañana o quizá me llame de madrugada. De madrugada le dio por reaparecer la primera vez, igual que la última vez que hablé con él. Recuerdo que me preguntó que cuándo volvía y volví para decirle que nunca me había llegado a ir.

Tan solo me había quedado allí, mirando a toda esa gente que había a mi alrededor. Demasiado pronto como para quedarme, demasiado tarde como para llegar.

jueves, 11 de febrero de 2016

Fumando lágrimas, llorando caladas

Este mediodía ha salido el sol y he decidido comer en la terraza. A veces cuesta. Es la eterna despedida. Que sí, que te prometo que esta es la última vez que nos vemos. Que sí, que de ésta no pasa que te empiece a odiar. Si ni siquiera ha habido beso, cómo va a haber sentimiento. ¿Acaso no era así?

Siempre te consuelan con las mismas frases, siempre te consuelo con las mismas palabras. Ambos sabemos que es la misma mierda de las veces anteriores, pero también que es una mierda que acaba pasando. Un día te levantas y apenas te duele. Otro día te acuestas y es la primera vez que lo piensas.

Que no hay peor trago que el de la saliva del momento en que te dicen que no sienten lo mismo, que no hay mayor pena que la que sientes cuando vienen a casa a recoger sus cosas, que no hay peor noche que esa en la que por fin consigues dormir y no deja de aparecer en tus sueños. 

Y al final ni siquiera es eso. El tiempo nos deja el recuerdo de ellas, pero esas sensaciones nunca vuelven, por eso parece que lo nuevo siempre es mejor, que decía Barney. Aunque lo nuevo también acabará siendo la misma mierda de siempre. 

¿Y sabes qué? Que no pasará nada. Volveremos a beber, haré macarrones para comer y el viento seguirá soplando allí fuera, tiñendo el cielo de otros tantos colores. Pero tú tranquila, que ahora no es momento de elegir el nuevo.

lunes, 8 de febrero de 2016

Repetidos

Tantos y tan pocos. A algunos les da miedo ver una piel llena de lunares. Y no parecen demasiados, pero si te pones a contarlos es imposible acabar. Siempre hay uno más. El que fumaba en la ventana mientras yo me metía en su cama, el de la barba descuidada, al que me gustaba mirar, el que tenía novia, el que me habló al oído por primera vez, el que por primera vez me escuchó y al que me gustaba escuchar tocar.

Todos tienen hueco, solo hay que seguir la línea de puntos. Está también el último del que me acordé, o el que se quitó la camiseta en medio del cine, el que llevaba rastas, el que se las cortó, el que sorprendía con algún mensaje de texto, el que me rechazó, el que escribió su particular despedida en un folio en blanco, el que se fue sin decir adiós, el que simplemente desapareció e incluso el que nunca existió.

No dejan de salir y siempre hay hueco para uno más. Subiendo por las piernas está el que me hacía reír pero no me gustaba, el que me rechazó porque éramos amigos, el que de vez en cuando me recuerda lo divertidos que fueron los diecinueve años, el que me llevó a la azotea más bonita de la ciudad, por el que me fui al rincón más horroroso del pueblo y el que un día me dijo que sí, pero finalmente fue que no.

Tan solo baja por la espalda y olvídate de los brazos. Faltaba el que tenía pánico a los aviones, el de aquel entretenido viaje en autobús, con el que me daba la mano mientras veíamos un documental en clase, el del nunca había tenido tantas ganas de besar a alguien, el que no se las aguantó, el que pasó sin llamar, el que se quedó a dormir pero no está, el que sigue doliendo y el que me mintió. Y da igual porque yo tampoco estoy diciendo la verdad.

Eso sí, también estás tú, una noche de verano dispuesto a llegar hasta el final. Pero no, qué va, todavía no ha llegado el que los sea capaz de volver a contar y yo ya no sé si siguen siendo noventa y nueve.