Claro que es mejor cuando no cuesta, cuando sale solo, cuando eres incapaz de contener la sonrisa, cuando hay alguien que te mira fijamente desde el otro lado de la mesa, cuando te tomas dos cervezas y escribes todo lo que se te pasa por la cabeza. Y además queda bonito. Y piensas, joder, por qué no puede ser siempre así.
Por qué hostias no pudo ser siempre así. Porque hoy tengo que decirlo mal para que quede mejor, porque ya no sé si lo va a leer, porque me gustaría que lo estuviera entendiendo. Porque nunca me llegué a plantar en su puerta, porque su puerta había cambiado de número, porque al final la cobarde fui yo y porque no vuelve. Por qué no vuelves.
Quizá sea algo que nunca entenderé, quizá estábamos equivocados, quizá venga mañana o quizá me llame de madrugada. De madrugada le dio por reaparecer la primera vez, igual que la última vez que hablé con él. Recuerdo que me preguntó que cuándo volvía y volví para decirle que nunca me había llegado a ir.
Tan solo me había quedado allí, mirando a toda esa gente que había a mi alrededor. Demasiado pronto como para quedarme, demasiado tarde como para llegar.
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