jueves, 11 de febrero de 2016

Fumando lágrimas, llorando caladas

Este mediodía ha salido el sol y he decidido comer en la terraza. A veces cuesta. Es la eterna despedida. Que sí, que te prometo que esta es la última vez que nos vemos. Que sí, que de ésta no pasa que te empiece a odiar. Si ni siquiera ha habido beso, cómo va a haber sentimiento. ¿Acaso no era así?

Siempre te consuelan con las mismas frases, siempre te consuelo con las mismas palabras. Ambos sabemos que es la misma mierda de las veces anteriores, pero también que es una mierda que acaba pasando. Un día te levantas y apenas te duele. Otro día te acuestas y es la primera vez que lo piensas.

Que no hay peor trago que el de la saliva del momento en que te dicen que no sienten lo mismo, que no hay mayor pena que la que sientes cuando vienen a casa a recoger sus cosas, que no hay peor noche que esa en la que por fin consigues dormir y no deja de aparecer en tus sueños. 

Y al final ni siquiera es eso. El tiempo nos deja el recuerdo de ellas, pero esas sensaciones nunca vuelven, por eso parece que lo nuevo siempre es mejor, que decía Barney. Aunque lo nuevo también acabará siendo la misma mierda de siempre. 

¿Y sabes qué? Que no pasará nada. Volveremos a beber, haré macarrones para comer y el viento seguirá soplando allí fuera, tiñendo el cielo de otros tantos colores. Pero tú tranquila, que ahora no es momento de elegir el nuevo.

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