viernes, 13 de diciembre de 2013

En la cabaña del árbol escribíamos mejor

No entiendo eso de olvidar, a lo mejor por eso te sigo recordando. Y fíjate que quizás no te merezcas nada más. Pero qué te voy a decir que no sepas ya. Si ni siquiera sé de quién estoy hablando.

La espera era larga cuando nunca llegabas. Más aún cuando supe que no volverías. Y aún así, aquí estoy, sin saber si vendrás después.

Cada vez me cuesta más recordar momentos felices a tu lado. Hace tiempo que desapareciste y tampoco es que hayas dejado mucha huella. No sé si eso es bueno o malo, tampoco sé si es.

Con los años aprendí a moderar mi carácter. Tener un ejemplo a no seguir es muy útil. Quizás hasta más que uno a seguir. A lo mejor es por eso que creo estar bien. Te lo estás perdiendo todo. Te lo están ganando ellos.

Aunque estemos más cerca que antes, sigo notando la distancia. Si miras desde la calle, ya no puedes verme. A lo mejor si me llamas, no puedes oírme. Pero no llamas. Y no me oyes.

No tenemos fotos juntos. Y hay una que hace tiempo rompí. Los naranjos siguen oliendo bien. Y el limonero te espera para subir. Cazar ranas siempre fue mi fuerte, supongo que por eso te encontré a ti.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Buenos, malas y faltones

Supongo que hay personas que viven mejor gritando a los demás. Yo he conocido a algunas. Es difícil cuando es alguien cercano, pero supongo que también cuando es alguien al que esperas no volver a ver en la vida. Yo nunca supe callarme. Las personas que empiezan gritando nunca deben ganar. Por muy larga que sea la batalla, tienen que perder. No hablo de buenos y malos. Hablo de gritonas y gritones. De esos que necesitan vivir haciendo débiles a los que están a su alrededor. Sobre todo a los que creen más pequeños.

Pero siempre hay un momento en el que decides no aguantar más los prontos de la otra persona. Prontos o maldades, que también los hay. A mí la gente que grita me recuerda a la persona más gritona que ha pasado por mi vida. Y no me gusta. Mucho menos los que humillan. Como ven que la otra persona aguanta el tipo, se crecen y la empequeñecen hasta que desaparece.

Pero no siempre desaparecen. A veces la que desaparece es la gritona, como tú. O como ella. Siempre es mejor dejarlas en algún sitio que esté tan lejos de ti que ya ni siquiera puedas oírlas. Por mucho que griten.

Y mírala. Tanto recordar quién tenía el mando en esa relación y ahora resulta que le pueden recordar quién le está jodiendo la vida a quién. Porque supongo que lo único que tenía en la vida es lo que acaba de perder. A poco más pueden optar las personas que gritan a los demás. Así que nada, si algún día la vuelves a ver quizás hasta puedas decirle: "¿Te tengo que recordar quién es aquí la jefa?"

Porque la jefa eres tú. Pase lo que pase a partir de ahora.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Fiona: La ogra que se creía una princesa

No creo que te merezcas ni dos líneas, por eso, espero que las que aquí quedan sean como un homenaje. Qué digo, homenaje. Una despedida. Una feliz despedida. Porque ese será el sentimiento que dejes cuando te vayas, lo cual no creo que sea buena señal.

Dejarás felicidad porque antes provocaste lágrimas, muchas lágrimas. Porque parece que quieres dar la sensación de ser una persona maravillosa con esa falsa sonrisa que dibujas diariamente en tu cara y los coloretes marrones que tienen como misión iluminar tu rostro. Pero no lo consigues. Ni tú, ni tus coloretes. Porque ni eres maravillosa, ni iluminas a nadie con tu llegada. Ni siquiera sé si eres capaz de sentir como lo hacen las personas. Por eso, eres una ogra. Por eso, te llamamos Fiona.

Supongo que después de tantos años saliendo de tu ciénaga para amargar a las personas que estaban a tu lado para ayudarte, no esperabas que una de ellas te resistiera. Imagino que si ni siquiera has encontrado a alguien que te aguante en tu día a día, mucho menos te imaginabas que una joven aguantara tantos meses contigo. Cualquier persona estaría encantada de tener a alguien como ella a su lado, pero tú no.

Imagino que lo de humillar a la gente es algo que tienes por norma que cumplir antes de irte a la cama. Dormir sola te parecerá la mayor humillación del mundo, quizás. Y como ni tú te aguantas, lo pagas con los demás. Pero esta vez no vas a ganar. Esta vez has topado con alguien más fuerte que tú, pero sobre todo más inteligente.

Volverás a tu ciénaga, sí. Y te revolcarás en el barro, como tanto siempre te ha gustado. Sin embargo, no creo que vuelvas a salir para pisotear personas. Esta vez no. Porque a todo cerdo le llega su San Martín. Y ahora te toca a ti.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Algo práctico

Y es verdad que cuando me pinto las uñas, luego nunca me quito el esmalte. Lo dejo que se vaya desgastando hasta que desaparece. También es cierto que me cuesta levantarme por las mañanas y que me cuesta dormirme por las noches. Tarea casi imposible, por cierto, si hay alguien a mi lado.

No me gusta la gente demasiado simpática, ni tampoco esas personas que son incapaces de saludar. Odio el frío, por lo que siempre he preferido hacer castillos de arena a muñecos de nieve. Aunque siempre hay personas con las que podría llegar a hacerlos.

La lluvia me cabrea porque ya no puedo saltar en los charcos. O eso me dijeron. A menudo me pasa eso de enfadarme con las cosas que me gustan. Tal vez porque me gustan demasiado.

Creo que todo esto me pasa por ti. Porque tuve que aceptar que no significábamos lo mismo el uno para el otro. Y eso es lo más jodido que me ha pasado en la vida. Por eso me da pánico dejar a las personas que se vuelvan importantes. Que signifiquen algo.

Así que disimulo todo el tiempo que puedo, miro por la ventana e intento no parecer idiota.