Supongo que hay personas que viven mejor gritando a los demás. Yo he conocido a algunas. Es difícil cuando es alguien cercano, pero supongo que también cuando es alguien al que esperas no volver a ver en la vida. Yo nunca supe callarme. Las personas que empiezan gritando nunca deben ganar. Por muy larga que sea la batalla, tienen que perder. No hablo de buenos y malos. Hablo de gritonas y gritones. De esos que necesitan vivir haciendo débiles a los que están a su alrededor. Sobre todo a los que creen más pequeños.
Pero siempre hay un momento en el que decides no aguantar más los prontos de la otra persona. Prontos o maldades, que también los hay. A mí la gente que grita me recuerda a la persona más gritona que ha pasado por mi vida. Y no me gusta. Mucho menos los que humillan. Como ven que la otra persona aguanta el tipo, se crecen y la empequeñecen hasta que desaparece.
Pero no siempre desaparecen. A veces la que desaparece es la gritona, como tú. O como ella. Siempre es mejor dejarlas en algún sitio que esté tan lejos de ti que ya ni siquiera puedas oírlas. Por mucho que griten.
Y mírala. Tanto recordar quién tenía el mando en esa relación y ahora resulta que le pueden recordar quién le está jodiendo la vida a quién. Porque supongo que lo único que tenía en la vida es lo que acaba de perder. A poco más pueden optar las personas que gritan a los demás. Así que nada, si algún día la vuelves a ver quizás hasta puedas decirle: "¿Te tengo que recordar quién es aquí la jefa?"
Porque la jefa eres tú. Pase lo que pase a partir de ahora.
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