Y es verdad que cuando me pinto las uñas, luego nunca me quito el esmalte. Lo dejo que se vaya desgastando hasta que desaparece. También es cierto que me cuesta levantarme por las mañanas y que me cuesta dormirme por las noches. Tarea casi imposible, por cierto, si hay alguien a mi lado.
No me gusta la gente demasiado simpática, ni tampoco esas personas que son incapaces de saludar. Odio el frío, por lo que siempre he preferido hacer castillos de arena a muñecos de nieve. Aunque siempre hay personas con las que podría llegar a hacerlos.
La lluvia me cabrea porque ya no puedo saltar en los charcos. O eso me dijeron. A menudo me pasa eso de enfadarme con las cosas que me gustan. Tal vez porque me gustan demasiado.
Creo que todo esto me pasa por ti. Porque tuve que aceptar que no significábamos lo mismo el uno para el otro. Y eso es lo más jodido que me ha pasado en la vida. Por eso me da pánico dejar a las personas que se vuelvan importantes. Que signifiquen algo.
Así que disimulo todo el tiempo que puedo, miro por la ventana e intento no parecer idiota.
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