jueves, 5 de diciembre de 2013

Fiona: La ogra que se creía una princesa

No creo que te merezcas ni dos líneas, por eso, espero que las que aquí quedan sean como un homenaje. Qué digo, homenaje. Una despedida. Una feliz despedida. Porque ese será el sentimiento que dejes cuando te vayas, lo cual no creo que sea buena señal.

Dejarás felicidad porque antes provocaste lágrimas, muchas lágrimas. Porque parece que quieres dar la sensación de ser una persona maravillosa con esa falsa sonrisa que dibujas diariamente en tu cara y los coloretes marrones que tienen como misión iluminar tu rostro. Pero no lo consigues. Ni tú, ni tus coloretes. Porque ni eres maravillosa, ni iluminas a nadie con tu llegada. Ni siquiera sé si eres capaz de sentir como lo hacen las personas. Por eso, eres una ogra. Por eso, te llamamos Fiona.

Supongo que después de tantos años saliendo de tu ciénaga para amargar a las personas que estaban a tu lado para ayudarte, no esperabas que una de ellas te resistiera. Imagino que si ni siquiera has encontrado a alguien que te aguante en tu día a día, mucho menos te imaginabas que una joven aguantara tantos meses contigo. Cualquier persona estaría encantada de tener a alguien como ella a su lado, pero tú no.

Imagino que lo de humillar a la gente es algo que tienes por norma que cumplir antes de irte a la cama. Dormir sola te parecerá la mayor humillación del mundo, quizás. Y como ni tú te aguantas, lo pagas con los demás. Pero esta vez no vas a ganar. Esta vez has topado con alguien más fuerte que tú, pero sobre todo más inteligente.

Volverás a tu ciénaga, sí. Y te revolcarás en el barro, como tanto siempre te ha gustado. Sin embargo, no creo que vuelvas a salir para pisotear personas. Esta vez no. Porque a todo cerdo le llega su San Martín. Y ahora te toca a ti.

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