sábado, 28 de junio de 2014

Veintisiete

A lo mejor no es que el tiempo haya pasado rápido, a lo mejor es que los años han ido mejorando esto de ver cómo pasa el tiempo. Puede que la razón esté escondida en alguno de los cajones donde guardo las camisetas que nunca me regalaste o tal vez sea eso de que ahora hay más canciones que me hacen sonreír, sobre todo si me las recomendó alguien importante.

Y es que han cambiado muchas cosas. Ahora lo de sentirse como en casa tiene más que ver con estar rodeada de tu gente que con vivir en algún lugar de este mundo. Ya no tengo claro mi color favorito, pienso menos que antes pero entro en razón con más facilidad, dejé que los demás me vieran llorar y soy capaz de conciliar el sueño con alguien a mi lado.

En este tiempo he conocido sentimientos nuevos. La cama en la que dormía hace un par de años se ha convertido en mi rincón favorito, las personas que creí que iban a ser mis amigos el primer día de universidad no llegaron ni a conocidos y aquellos que entraron en mi vida por casualidad parecen quedarse para siempre.

La vida me ha dado tantas vueltas que ha habido veces que he tenido que vomitar lágrimas para seguir adelante. Y me he llenado de barro, sí, pero también he aprendido a decir que no, a tomar decisiones que no iban a gustar a los demás y a apartar a todos aquellos que no merecían estar en este camino que aún no sé muy bien donde me lleva.

Ahora me gusta la cerveza y la música en inglés, pero nada ha hecho que deje de gustarme eso de jugar al fútbol, al igual que tampoco han conseguido que te quiera un poco menos. En todo caso, cincuenta veces más.