Cuando te vienes a dar cuenta llevas dos meses sin escribir, has hecho el último examen de la carrera, uno de tus amigos ha publicado un libro y a otro lo han contratado. Cuando me vine a dar cuenta estaba comiendo por última vez en mi facultad, había dejado de pensar en ti y tenía las piernas llenas de moratones.
Dicen que es la felicidad, que te hace perder la noción del tiempo, igual que dicen que el tiempo pone a cada uno en su lugar, pero el otro día fue 40 de mayo y llegué con el pelo mojado a trabajar. Y da igual, porque siempre me molestó más el viento que la lluvia, y porque siempre hay personas con las que da gusto andar por Madrid mientras que resuena la peor de las tormentas.
Y poco más, quizá algunas restricciones a la hora de juntarnos por Navidad, unos cuantos viajes a la playa y cervezas en sitios en los que pongan tapa. Qué suerte tener tantas ganas de ir a Murcia como de volver a Madrid. Qué bien que en los dos sitios siempre encuentres a los tuyos. En fin, que es la hostia dejar de hablar de ti.