Espera un momento, para. Mira a tu alrededor. La de gente que hay aquí eh, y todos actúan como si en ese vagón fuese su última oportunidad para poder ser felices. Andan rápido, corren si es necesario, pero que no se les escape. No quieren perder su tren. Es importante para ellos, si no, ¿a qué viene esa cara de fracaso cuando las puertas se cierran en sus narices?. La próxima vez procurarán ir más deprisa.
Cuando eres nuevo aquí nunca te pasa. Sales con tiempo suficiente de casa. No andas deprisa, no corres, no luchas por conseguir tu asiento. No te importa ese vagón. Pero conforme pasan los meses te das cuenta de que cada vez sales más tarde de casa. Cada vez andas más rápido. Cada vez te fastidia más no haber podido coger ese tren. Seguro que ahora llego tarde.
Te acostumbras, al final, tú también corres, eres como ellos, como todos. La vida no pasa lenta, pasa rápida. Según te vas haciendo mayor parece que pasa más veloz. Casi sin darte cuenta pasan meses, años...Y vives deprisa, tan deprisa que la vida se te ve en ese andén, si pierdes ese tren llegarás tarde, trastocará tus planes, tus previsiones del día...Vives a contrarreloj y no te da tiempo a parar, pensar, mirar a tu alrededor y darte cuenta de todo lo que has cambiado. Nunca fuiste una persona con prisa. Maldita ciudad.
Si dejas que una ciudad te cambie, la culpa es tuya, no de la ciudad.
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