Da igual si un día cogen un perro de juguete y te lo ponen en la cabeza. Con ruedas, sí. Teledirigido, sí. Tienes que cortarte el pelo, sí. Pero, ¿qué importa eso si ni te miras al espejo por las mañanas? Cuando en el fútbol no existían los fueras de banda, cuando las puertas de los garajes hacían de portería y cuando te gastabas tu paga de la semana en comprar chucherías en el quiosco situado al otro lado de la carretera.
La batalla con tu madre por bajar a la calle antes de hacer los deberes si que era una batalla. Los partidos de fútbol iban en serio. La guerra eterna a los hermanos mayores, apenas tenía un ápice de maldad. Y las fiestas de cumpleaños en el telepizza sí que eran de ese tipo de días que siempre recordarás. Tus amigos eran tus amigos y tu familia, tu familia. No es que cualquier tiempo pasado nos parezca mejor es que del pasado, al final, siempre acabas recordando solo las cosas buenas.