Lo bueno que tiene que miles de personas pasen por tu vida es que tienes la certeza de que las que se quedan, lo harán para siempre. Probablemente serán cuatro o cinco, no creo que más de seis, pero serán las mejores.
Cuando cambias de ciudad puedes sentir miedo por creer que no encontrarás nunca tu sitio. O puede que tu único deseo fuera salir de ese maldito sitio que te ha tenido atada toda tu vida. El caso es que conoces a personas de las que te puedes llevar un trocito para el recuerdo, otras que no olvidarás porque las odiabas y otras a las que nunca te tenías que haber acercado porque cuando se suele soltar veneno, se hace en todas direcciones.
Pero esas cuatro personas, o cinco, o tres, cuyos rostros te vienen a la mente cuando hablas de amistad, estarán siempre. Ni siquiera hace falta que las cuides, ellas saben hacerlo. Las personas, tus personas, estarán ahí siempre. Como los toboganes en los parques. O eso espero. Lo de los toboganes, digo.
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