domingo, 26 de mayo de 2013

Que me remuevas.

Y que te remuevan el estómago, toda la vida. Que te lo remueva recordar el primer día en que hablasteis. La canción que creías que os acompañaría toda la vida y la posibilidad de volver a veros. Como cuando eres pequeña y los nervios te matan ante el inminente partido de fútbol que estás a punto de jugar.

Sonreír. Que te sonría. Que los primeros días no seas capaz de aguantarle la mirada y que una mentira suya derrumbe todo tu mundo. Como cuando eres pequeña y tus padres deciden que os vais a vivir a otra ciudad, que ya no tendrás amigos de toda la vida, porque a tus amigos de toda la vida no les volverás a ver.

Que te coja de la mano, y te abrace cuando te haga falta consuelo. Que te seque las lágrimas, pero que también sea capaz de cabrearte como solo esa persona sabe hacerlo. Tener la necesidad de escucharos, como necesitas escuchar la voz de una madre cuando estás al borde del colapso. Y que os reconozcáis, sobre todo, que os reconozcáis.

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