Decisión de última hora y la mandaron al tapiz. A ella, la más pequeña de todas, a la que su madre le hacía los maillots. Demasiado pequeña para sentir nervios, demasiado delgada como para hacerlo mal. La grada la vitoreaba. Y sí, por grada entendemos a familia y amigos. Así que salió allí e hizo lo mejor que pudo. Lo mejor que pudo hacer la dejó en última posición.
Ni se enteró. Todas sus compañeras, en el banquillo, aplaudían. Su madre, desde la grada, se mostraba orgullosa de su niña, que mira que iba guapa con el maillot que le había preparado. Su entrenadora la recibió feliz. Ella, emocionada por el revuelo, preguntó: "¿Qué puntuación tengo?¿Cómo he quedado?".
Demasiado pequeña para contestarle. Demasiado como para decirle la verdad. Pero también demasiado pequeña como para, una vez escuchada, entristecerse.
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