Y mira que la espera se le hacía larga, difícil, imposible de llevar. Horas interminables, minutos que no pasaban, segundos que contaba. Pero nada, no había absolutamente nada. Ni una señal de que las cosas seguían bien, igual que siempre, como las había conocido hasta hacía no mucho. Un vacío que se sentía en el fondo del pecho, en un lugar cercano al corazón.
Y de ahí al estómago, nervios y culebras que se enredaban en sus tripas. Esa sensación nunca ha sido presagio de algo bueno, por lo que aún con lo poco que había vivido, sabía que lo que estaba por llegar iba a ser lo peor de su vida.
Por supuesto, lo fue. "Ojalá nunca conocieras a las personas que te van a hacer daño". Puedes perder miles de momentos buenos, pero jamás vivirías ese puto momento en el que el mundo se te cae encima, tu vida se rompe y tú, como persona, nunca vuelves a ser la misma. Ojalá siempre fuese ayer.
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