Encerrarse en el armario con su perrita entre los brazos era su opción favorita para escapar. No podía salir corriendo porque había alguien que ahora la iba a necesitar más que nunca. Tampoco podía llorar, no quería que nadie lo hiciese. Solo podía entrar allí y quedarse en la oscuridad. En esa oscuridad que tantas veces la había aterrado y que ahora la salvaba.
Cada año, por esas fechas, volvía a recordar todo aquello. Eso que dejó de ser una anécdota de la vida de los demás y que, ahora, era una historia que la tomaba a ella como protagonista. Ella, a la que tanto le gustaba pasar desapercibida, iba a ser el centro de atención.
Nunca piensas que te pueda pasar algo así, hasta que te toca. Nunca crees que las personas que te rodean no son buenas, hasta que te lo demuestran. Y nunca crees que tu vida cambiará, hasta que te la cambian. Te la hacen una bola de papel y la lanzan lejos de ti.
Como a todos, a ella también le costó mucho volver a encontrarla, recogerla, estirar el papel y unir los trozos que estaban rotos. Pero lo hizo. Y aunque nunca olvidará que un día convirtieron su vida en una bola de papel, lo ha superado. O al menos, eso cree.
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