Y le escribió mil cartas, pero nunca se las mandaba. Decía que tenía miedo a que la hubiera olvidado ya. Que no le contestara. ¿Qué iba a hacer si no le contestaba? ¿Otra vez? Demasiados dolores de tripa, no quería más. Sin embargo, no podía parar de redactarlas. Como si él fuera capaz de sentir que no había dejado de pensarle ni un solo día. En sus tardes de parque, en las visitas inesperadas, en su espalda...
Luego estaban las caricias. Él acariciaba como nadie. Era otra realidad. Como cuando en Ice Age encuentran el mundo de los dinosaurios. ¿Y todo este tiempo había vivido sin saber lo bien que acariciaba?
Quería decirle que sí. Que lo recordaba todo. Cuándo se conocieron, cuándo la hizo sentir un escalofrío por primera vez y cuándo empezó a tener miedo. ¿Porque quién no tiene miedo de estas cosas? Pero joder, a veces hay que cerrar los ojos y seguir hacia delante. Y por supuesto, recuerda el momento en que lo hizo.
Sonrisas, tranquilidad, series en el sofá, cosquillas y despedidas en el aeropuerto. Sobre todo, eso. Despedidas llenas de besos. Ella tan capaz de dejarlo todo por él y él tan capaz de ni siquiera contestarle a aquella primera carta. Quizás fue eso lo que hizo que jamás volviera a mandarle otra, pero las seguía escribiendo. Porque que no le llegaran no importaba. Siempre hay cosas que solo se dicen cuando nadie te escucha.
Muy bueno, que recuerdos me vienen, y aun asoma algún dolor de barriga por que el tiempo aun no me ha cerrado esa herida, gracias leer estas bonitas palabras me ayudan.
ResponderEliminarGracias a ti por decir que es bueno. Yo ya casi tengo controlado eso del dolor de tripa, seguro que tú también lo logras.
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