Las personas te cambian, claro. No me refiero a que te sustituyan, que también, me refiero a que no te dejan ser la misma. Aprendes de casi todas de las que pasan por tu vida. Unas te enseñan a no aguantar nunca más un mal trato, otras a que se puede sonreír a cualquier hora del día, e incluso algunas con las que te puedes sentar en un parque a comer pipas y ver pasar la vida, que no te parecerá estar desperdiciándola.
Pero es que hay veces que alguien viene a destrozar el castillo de naipes que tanto te costó construir y lo convierte en un muñeco de nieve que te cuesta tocar porque te asusta el frío. Bastaría con derretirlo, joder, pero es que a los naipes los tira un soplo de aire.
Vamos, que me bajaron del árbol, pero caí de pie al suelo. No hay heridas, solo sueños por cumplir.