Los planes de vida no se llevan a cabo, las promesas son para incumplirlas y los te quiero nunca son para siempre. Todo mal. Con lo que cuesta llegar a ellos y luego no valen para nada. Su risa sigue siendo la más graciosa que he escuchado en mi vida y parece que todavía es él el que pone música en casa, aunque nunca fue nuestra, aunque ahora siempre duerma a oscuras. Sé que lo entiendes.
Ordeno la habitación muy de vez en cuando y los abrigos continúan colgados en la silla del escritorio que una vez fue mío y otra suyo, pero que jamás he utilizado en todos estos años. Siempre fui de estudiar sobre la cama, otra de las cosas que odiaba. Como yo el temblor de sus piernas.
Uso la tercera persona, aunque todavía eres la primera. Ni siquiera me está suponiendo un esfuerzo. Tienen razón todas. Las que dicen que con el tiempo deja de doler, las que mantienen que hay personas que siempre lo hacen, las que te hablan de lo bonitas que son las segundas oportunidades e incluso las que creen que no valen absolutamente para nada. Hay veces que nunca llegan.
Es verdad. Si he guardado en la caja del portátil cada uno de tus recuerdos, por qué sigues aquí. Tengo tres libros a medio leer y puede que tenga miedo a acabarlos. ¿Alguna vez lo has sentido? Da igual. Era más fácil contigo, pero sigue siendo sin ti. Sé cuándo soy injusta. Abre la ventana. Esta vez sí, creo que ha dejado de llover.
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