Puede que haya salido bien. Que sí, que da igual que fuera no esté nevando, que te hayas quedado fumando en la ventana o que llegues tarde al trabajo. No sé dónde caerá esta ceniza, pero ha merecido la pena. Tiene que ser así. Porque los principios son bonitos, los finales jodidamente tristes y las promesas nunca se cumplen. Cuestión política, dicen.
El caso es que yo pedí cerveza y él, café. Demasiado barco para tan poco jinete, pensé. Además, que siempre fuimos más de piratas y el mío, últimamente, se quitaba mucho los pendientes. Prefería camiseta y sudadera. Igual que él preferiría que yo no lo dijera.
Lo peor no es eso, ¿sabes? Lo peor es que en la noche más horrible de esos malditos días, me acordé de ti. Prometí llamarte si volvía. Y ni una cosa ni la otra. Lo suyo está enterrado debajo de la cama, pero para lo nuestro puede que todavía tengamos tiempo.
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