miércoles, 27 de enero de 2016

Yo cerveza y tú, café

Acabó saliendo del revés. Ella me habla de su miedo a darse de boca contra el suelo y yo le digo que la caída siempre llega cuando dejas de pensar en ella, justo en el momento en el que te has acostumbrado a volar. Tú pensando en lo bonita que se ve la ciudad desde allí arriba y la otra persona dejándote caer desde un quinto. Interior. Izquierda.

Puede que haya salido bien. Que sí, que da igual que fuera no esté nevando, que te hayas quedado fumando en la ventana o que llegues tarde al trabajo. No sé dónde caerá esta ceniza, pero ha merecido la pena. Tiene que ser así. Porque los principios son bonitos, los finales jodidamente tristes y las promesas nunca se cumplen. Cuestión política, dicen.

El caso es que yo pedí cerveza y él, café. Demasiado barco para tan poco jinete, pensé. Además, que siempre fuimos más de piratas y el mío, últimamente, se quitaba mucho los pendientes. Prefería camiseta y sudadera. Igual que él preferiría que yo no lo dijera. 

Lo peor no es eso, ¿sabes? Lo peor es que en la noche más horrible de esos malditos días, me acordé de ti. Prometí llamarte si volvía. Y ni una cosa ni la otra. Lo suyo está enterrado debajo de la cama, pero para lo nuestro puede que todavía tengamos tiempo.

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