martes, 17 de mayo de 2016

El de la victoria

Fui porque tenía que ir. Tenía asumida la derrota. La tuya, la mía, la nuestra y la de toda esa gente que nos rodeaba. Como quien se presenta al examen de junio para ver qué preguntas le pueden caer en septiembre. Así. Sin presión, pero con esperanza. La de creer en un posible golpe de suerte, la de seguirlo con la mirada por si se da la vuelta, la de los goles en el último minuto.

Condenados, sin poder hacer nada por arreglarlo, con el nudo en el estómago del primer reencuentro con tu ex, con la tensión del día que tu equipo puede descender y la sonrisa nerviosa del que no sabe qué contestar a la pregunta más fácil del mundo. 

Sí. Nos vencieron. Sabíamos que aquel cigarro era el definitivo. Y te lo iba a haber dicho, pero preferí callarme. Y te iba a haber escrito, pero preferí dormirme. Ha salido el sol y ni siquiera he tenido tiempo de despedirme de la lluvia, del frío, ni tampoco de ti. Esto es solo un hasta luego.

Da igual dormir una hora menos, que tenga que salir a trompicones o que la vida valga hoy un poquito menos la pena. No importa nada. Solo volver a volver. Saber que estás y que siempre estaré.

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