Tenían razón. No voy a hablar de amantes ni de eso de que antes la mala era yo. Tan solo de que es peor para el sol, de lo que cuesta asimilar una decepción o de que las mejores letras nunca las escribo yo. Y es verdad.
Que deja de doler, es verdad. A unos les cuesta más y a otras menos. Pero pasa, con el tiempo todo pasa. Y te lo dicen y tú no sabes de qué cojones te están intentando convencer si la única certeza que tienes es la de que todas las canciones hablan de él. De su risa, sus labios y su forma de mirar.
Y en cómo se mueve. Con lo poco que gustan los cambios, en general, y no hay manera de que pare de removerlo todo. Hay veces que sale solo y otras que cuesta. Igual que cuesta aceptarlo. No hay nada más allá de eso. No va a llegar nadie que nos abrace mejor, nos bese diferente o nos haga reír más fuerte. O al menos eso pensamos.
Así que seguimos bebiendo, besando y riendo. A veces hasta regalamos algún que otro abrazo. De los fuertes. De los de verdad. Y la vida sigue. Como siguen las cosas que no tienen mucho sentido, como se cuece la pasta dentro de una olla de agua hirviendo. Quería decirte que sí, que hoy he vuelto a hacer espaguetis para comer. También había vino y fresas. Sé que nunca te gustaron pero tampoco confiaba en que vinieras.
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