jueves, 26 de mayo de 2016

Tu ombligo

Hay que saber hacerlo. No te quiero, me inspiras. Hay que saber contarlo. No te olvido, me importas. Mientras saboreaba el pequeño triunfo de mi boca sin la tuya, los de mi alrededor hablaban de dignidad. A mí, que nunca he sabido comportarme, que sigo sin hacer lo que debería estar haciendo y que soy más de alcohol que de tiempo en eso de curar las heridas. Dignidad, dicen.

También dicen que estoy mejor de lo que digo, que lloro demasiado e incluso que no lo he superado. Qué sé yo. Tú no tendrías que estar aquí y yo no hubiera tenido que quemar todas tus fotos. Sabes de lo que te hablo. De las canciones que no escuchaste, las fotos que no sacaste y los mensajes que no escribiste. De lo que no sentiste. Del estoy aquí por ti, pero no me voy a ir cuando te deje. De los cuentos de ayer.

Ayer. Sí, ayer. Que te vi pero no te saludé. Que te miré, pero no te vi. Que te escribí, pero no lo envié. Que sonreí, pero no fue por ti. Es mi número favorito. Lo hemos logrado. Los he contado. Como los meses. En el fondo tú también sabes que van siete. Puedes llamarme lo que quieras. O mejor: no me llames nunca, que ya tampoco hace falta que me quieras. 

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