Lo nuevo no tiene por qué ser mejor, pero lo que sí solemos hacer es tratarlo mejor. Creo que lo llevo haciendo toda mi vida. Los balones nuevos no los bajaba a la calle para que no se estropearan. Luego llegaba uno nuevo que se quedaba en casa y hacía que el de antes fuera utilizado, pataleado, mojado, en fin, destrozado jugando al fútbol. Y así con cualquier juego.
Cuando llega la adolescencia empieza a pasar con la ropa. La nueva se lava sola, la vieja no importa que se te rompa. Te puedes sentar en el césped que te compraste el año pasado, pero con el que has adquirido esta semana te cuesta más. Eso sí, te acabas sentando.
Y luego vienen los dieciocho, el permiso de conducir y el coche. Y es cierto, el de madre, padre o el de ambos, nunca será tratado tan bien como tratas el tuyo. El nuevo. Pero siempre hay que recordar que no es el mejor, solo es el nuevo.
Esto hablando de bienes materiales. Con los inmateriales, que son los importantes, creo que pasa lo mismo. Lo jodido es que sigues sin diferenciar si lo nuevo es lo bueno, o simplemente lo tratas mejor por ser nuevo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario