lunes, 22 de julio de 2013

Un extraño verano.

Y otra vez los nervios bien metidos en la tripa. No sé si algún día conseguiré que salgan. Muchas veces, molestan. No consigo llegar a Madrid sin pararme a pensar si cuando vuelva a casa, todo seguirá igual. Es culpa de ese miedo terrible a los cambios. Quizás sea porque los grandes cambios en mi vida siempre fueron para mal.

Hay personas a las que les aburre que todo siga igual. A mí me fascina. Los quiero a todos y cada uno de ellos allí, donde siempre, como siempre. Cada domingo, se me encoge el pecho al no poder estar a su lado. Cada domingo en los que sí estoy, procuro disfrutarlos al máximo.

Tres semanas esperando a verles y dos días se pasan volando. Por delante, otros cuatro domingos en los que no estaré y en los que espero que si algo cambia allí, que sea para bien. Nos veremos por mi cumpleaños, como de costumbre. No pienso en si saldré por la noche, pienso que la tarde la pasaré junto a ellos. Riendo y disfrutando, como se disfruta en familia.

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