lunes, 1 de julio de 2013

Pongamos que hablo de ti.

Cuando me apetece mucho escribir, pero no consigo hacerlo, lo hago de ti. Podría hacerlo de las veces que me has llevado y traído del colegio, de aquellas otras en las que no pudiste hacerlo porque tenías que sacarnos adelante o de nuestros caminos a la playa en el coche.

No me olvido de la época de rebeldía por la que siempre se pasa y que tuviste que asumir sola. Afortunadamente, me llamaste la atención cuando lo tuviste que hacer. Desde entonces, hemos pasado mucho. Tanto que ni siquiera recuerdo cuando empezaron los problemas. Me imagino que se nace con ellos, aunque no seamos capaces de asumirlos.

Podría pasar después a hablar de mis viajes constantes en tren para poder pasar el fin de semana a tu lado. Los madrugones que nos damos los sábados para poder pasar una mañana de compras juntas. Y sí, ir de compras, la mayoría de las veces, significa ir a mirar ropa en las tiendas. De las tardes tumbadas al sol, de los días en el fútbol sala, de los conciertos a los que nos hemos acompañado y de las muchas lágrimas que me he tragado en cada despedida en la estación.

Por último, también podría hablarte de lo mucho que te necesito, de lo imprescindible que eres en mi vida y de lo importante que eres para todos los que estamos a tu alrededor. Mi mal genio no es cosa tuya, pero sí ser una persona sensible. Por eso, como sé que vas a leer esto, podrás emocionarte, porque esto que también es tuyo.

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