martes, 24 de noviembre de 2015

Lo demás ya lo he olvidado

Que me haga saber que existen las segundas oportunidades y que las segundas oportunidades merezcan la pena. Que no sepa qué es eso de la pena. Y si lo sé, que se vaya lo más rápido que pueda. Tan rápido como lo lento que se me haga el tiempo que estoy a su lado.

Que sea capaz de escribirle sin importarme si es un buen momento, que me invite a su ciudad sin que sea la más bonita del mundo, que sonría al recordarme y que me recuerde siempre sonriendo.

Que sepa que no me gusta el cine y me pida que vayamos juntos, que me bese por las noches y me abrace por las mañanas. Que no me haga pensar y si no puedo dormir, que sea porque él está tumbado a mi lado. Y que ronque. Es más, que me haga usar tapones para los oídos.

Pero sobre todo que me moleste. Que me moleste hasta el punto de pedirle que me deje en paz de una vez por todas. Y que entonces me sonría. Poco más. Que se presente en casa sin avisar, que me haga escribir mal, que avise cuando se vaya y que duela cuando no esté.

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