jueves, 31 de octubre de 2013

Un gran día

Aquí me hallo, divagando. Ya sabéis, escribiendo por escribir porque cuando escribo lo que siento no soy capaz de publicarlo. Y la verdad es que estoy pensando en si tengo algún recuerdo de los 31 de octubre que he pasado en mi vida. Son dos. Uno, de cuando era bien pequeña y un amigo se disfrazó de demonio. Mi llanto se escuchó en todo Guadarrama. Otro, de cuando compartía piso con mi mejor amigo y unos chavales tiraron huevos a los cristales de casa. Sin importancia. La verdad es que no soy de disfrazarme ni de dar miedo. Siempre he sido yo la asustada.

Ahora también tengo miedo. Miedo de que se acabe todo. Bueno, todo no. Miedo de perder a las personas que me hacen feliz. No son muchas, ni tampoco son de las de toda la vida, pero son los más especiales.

Así que aquí estoy, escuchando como mi compi locuta noticias en nuestro salón mientras me bebo una cerveza que sobró de una noche de fiesta. Esto tras un día de sueño eterno en el que me ha dado por pensar demasiado por la mañana, he comido kebab con mi mejor amigo a medio día, he dormido la siesta que tanto tiempo estaba esperando y he visto una película de más de dos horas de duración en flamenco, aunque con subtítulos en español, que siempre ayuda.

No he tenido conversaciones interesantes, tampoco me he reído como nunca, pero he compartido el día con personas que, en más o menos tiempo, se han vuelto imprescindibles. Y pienso, joder, qué jodido va a ser echarles de menos.


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