viernes, 25 de diciembre de 2015

Ya casi hemos llegado

Olores. Sí, eso, los olores. De eso quería yo hablar. De cómo me mantuve fuerte hasta que me entraron los recuerdos por la nariz. Yo, seria y sin haber derrochado ni una sola lágrima me creía capaz de regresar a su casa sin que se me moviera una pestaña, pero claro al final casi las pierdo todas.

Y es que entran de forma especialmente fuerte por ahí, por la nariz. Por eso lavé toda la ropa que me devolvió, por eso tiemblo cada vez que huelo una colonia parecida a la suya e incluso quizá, por eso, no he vuelto a comprar ese desodorante tan jodidamente bueno. 

No pude evitar pasar hasta el fondo, tumbarme en la cama y oler las almohadas. ¿Ves? Tampoco es para tanto. Lo de después ya es otra historia. Claro que llevo esa fragancia tan tuya clavada en las sienes, claro que se me revolvieron las tripas al volver a tu casa, claro que tuve que salir corriendo para no sentir cómo me rompía por dentro. Y claro que lo sentí.

Sentí el olor de la lasaña de los fines de semana, el de las Lays Vinagretas en el aperitivo de los domingos, el de habitación cerrada con la persiana subida, el de los pañuelos usados en el escritorio, el de las zapatillas en la ventana, el del caramelo en las cenas de Navidad, el de recién salido de la ducha, el del beso de despedida por las mañanas, el de tus labios, el de tus pestañas, el de tu nariz, pero sobre todo el de tu barba. 

La que se me quedó clavada aquel día en uno de mis brazos, la que me hizo preguntarme cómo iba a hacerlo el día que tuviera que sacarte de mí, que dejarnos atrás, que aprender a vivir sin ti. La que me dejaba la cara y el pecho irritados, la que tantas veces te decía que te quitaras, la que me enseñó que no hay nada lo suficientemente clavado en la piel que no se pueda sacar con unas buenas pinzas.

martes, 15 de diciembre de 2015

Sobró el vino

Hoy había tenido que hacer memoria. ¿Dónde fue aquella cena en la que por primera vez pidieron vino para cenar? ¿Iban abrigados, era verano? Ni siquiera recordaba en qué época del año había sido, aunque reconocía que la mayoría de los días vividos juntos fueron de calor.

Pero lejos de eso, nada más. No fue consciente de que el bote de Nesquick se había acabado e incluso lo tiró. Y eso que estaba en portugués y quería conservarlo como un recuerdo bonito. Como el de los pies a orillas del Duero mientras la noche caía en Vila Nova de Gaia. 

De todas esas encantadoras casas cualquiera le hubiera valido para vivir a su lado. Nunca se lo dijo, pero estaba dispuesta. A dejar la ciudad en la que se conocieron, el país que les hizo sufrir e incluso el continente cuyos límites no conocía demasiado bien.

Eso ella, claro. Porque él, él lo sabía todo. Seguramente a estas alturas ya sepa hablar en todos esos idiomas raros que le gustaba aprender. Da igual. Ya se ha ido. Se fue. Pero es que hoy se había dado cuenta de que había conseguido echarle. Daba igual que todo lo vivido fuera mentira. Como daba igual que aún por las noches se durmiera con las ganas de que se presentara en casa de madrugada porque, ahora, la mayoría de las madrugadas la pillaban despierta.

jueves, 10 de diciembre de 2015

El abrazo que no te di

Justo quince años después de tu llegada. Quince años después de cumplir la ilusión de una niña que empezaría a enfrentar el primer gran bache de su vida. Quince años después de encontrarte en medio del salón de casa y de convertirte en el mejor regalo de la historia. 

Justo quince diciembres después de aquel día nos dejas y yo, tan egoísta como siempre, solo pienso en que estas pueden ser las peores navidades de todos los tiempos. Porque os vais justo antes de empezarlas, igual que él se fue después de terminarlas. 

Posiblemente eras lo único que nos quedaba. Y ya no nos queda nada. Y contigo se me va un trozo de vida. Quince años de vida. De espera en la puerta, de tardes en el sofá, de subirte a la cama sin que lo supiera mamá, de hacernos compañía en cada etapa de desolación, de saber que cuidabas de ellas, de decirte nos vemos pronto cada vez que me volvía a Madrid. 

Las despedidas son una mierda, no digo que me gusten. Solo que las prefiero. Las prefiero antes de que un hasta luego se convierta en un adiós sin siquiera esperarlo. Porque sé que me voy a romper el día que vuelva a casa y no vengas a recibirme. Porque te voy a echar de menos toda mi vida, amiga. Y porque qué más da que Gimly fuese un enano y tú una hembra, si era el mejor nombre del mundo y el mundo fue nuestro durante mucho tiempo.

martes, 1 de diciembre de 2015

Unos te dejan, otros ni siquiera te cogen

Como ese momento en el que te encuentras un corazón roto en las escaleras. Como todavía resuena en mi cabeza esa canción que hablaba de las dudas el verano en que decidimos hacer de nuestra relación una bonita historia. Como ese mes de diciembre que confirmó lo que tanto esperábamos. Como el póster del siete que decora mi habitación o las entradas para el único musical que he visto en mi vida.

La cerveza se acaba pronto estos días y hoy he hecho pasta con tomate frito y salchichas para comer. Esta vez no faltó el queso en polvo. Claro que tampoco estabas tú. Nuestra comida favorita de los domingos de resaca se ha convertido en la de un martes con la que una amiga y yo nos hemos estado poniendo tiritas en la tripa. Solo para no sentir que se desgarraba.

Ni te imaginas lo raro que resulta que hoy sea otra persona la que llega tarde a casa por haber estado cenando contigo. Pero qué vas a saber tú. Si ni siquiera supiste hablar a tiempo.

Por eso yo ya no sé que contestar cuando me preguntan que qué tal me va. Por eso nunca un simple 'bien' había sonado tan falso. Por eso le doy abrazos a cualquiera. No queremos que nos quieran, en serio. Ella quiere que le hagan caso y yo que vuelvas. Y el tiempo se acaba. Las agujas del reloj suenan demasiado fuerte en esta maldita habitación. La lentitud de la primera semana ha dado paso a un mes muy rápido.

Y aquí seguimos, andando de barrio en barrio, como ese día en que te dije que todo esto se terminaría acabando. Como la noche en la que empecé a llorar en los autobuses. Como la tarde en que más te eché de menos. Por eso hoy hemos brindado. Por eso, nos seguimos preguntando cómo puede el cielo haber dejado de ser rojiblanco.

martes, 24 de noviembre de 2015

Lo demás ya lo he olvidado

Que me haga saber que existen las segundas oportunidades y que las segundas oportunidades merezcan la pena. Que no sepa qué es eso de la pena. Y si lo sé, que se vaya lo más rápido que pueda. Tan rápido como lo lento que se me haga el tiempo que estoy a su lado.

Que sea capaz de escribirle sin importarme si es un buen momento, que me invite a su ciudad sin que sea la más bonita del mundo, que sonría al recordarme y que me recuerde siempre sonriendo.

Que sepa que no me gusta el cine y me pida que vayamos juntos, que me bese por las noches y me abrace por las mañanas. Que no me haga pensar y si no puedo dormir, que sea porque él está tumbado a mi lado. Y que ronque. Es más, que me haga usar tapones para los oídos.

Pero sobre todo que me moleste. Que me moleste hasta el punto de pedirle que me deje en paz de una vez por todas. Y que entonces me sonría. Poco más. Que se presente en casa sin avisar, que me haga escribir mal, que avise cuando se vaya y que duela cuando no esté.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Cuestión de viento

Un portátil sin antivirus, el casquillo de la luz de mi habitación roto y un enorme hueco en la pared. De las cosas que me has dejado me quedo con la primera camiseta, la tolerancia y con la vuelta de un viaje a Burgos que jamás pensé que acabase así.

De las que te has llevado me gustaría recuperar alguna. La sonrisa con el mensaje de buenos días, los pies fríos bajo el edredón y las series en la cama. Qué raro va a ser lo de no bailar con la banda sonora de 'Orange Is The New Black', pero más lo es pasear por el Retiro sin poder decirte que te bajes de casa.

Es curioso encontrarte cuanto estoy aterrorizada por hacerlo y que no existan las casualidades el día que más ganas he tenido de verte. Porque, ahora sí, puedo decir que sé lo que es tener ganas de ver a alguien. Lo de antes, puro capricho.

Y es que ayer lavé todo lo que me devolviste y no hay forma de que deje oler a tu casa. Sí que he guardado casi todos tus regalos debajo de la cama, pero no he sido capaz de tirar tu cepillo de dientes. Qué sé yo. Que hoy dan 'Top Chef' y no lo estoy viendo, pero no dejo de pensar en lo importante que es que muestren cómo se pocha la cebolla.

lunes, 9 de noviembre de 2015

De cuando estábamos pero no éramos

Tiene los pies más fríos del mundo y las manos de chico más delicadas que he visto. La risa con la que me dormiría cada noche y, sin embargo, no soy capaz de pegar ojo. La espalda sobre la que siempre me tumbaría y los ojos que más vergüenza me da mirar.

Si no fumaras, serías perfecto, le digo a veces. Y es mentira, porque me encanta verle fumar. Sobre todo sentir cómo se mueve todo su pecho al dar una calada de las que evitan que un cigarro se apague. Así quiero que sea esto. No quiero que se apague.

Me gusta que me espere escuchando música. Que esas canciones queden como suyas. Que cada vez que las escuche me dibujen una sonrisa en la cara. Que no le guste nada de lo que escucho yo y, aun así, quiera bailar conmigo. Que me mire justo antes de terminar de cerrar la puerta de su habitación.

Quererle hasta que sepa hacerlo bien. Tenerle hasta que no pueda soltarle. Y recordarle hasta que deje de doler.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Turno de ocho horas

Sí, ya se que he hablado muchas veces de él, pero ahora seguramente lo haga mucho más. Exacto. El mapa de los países visitados. Ya no es nada nuestro. Esta noche he señalado en los que estuve sin ti y la verdad es que lo he destrozado. En realidad es una mierda de mapa. Choca con el gotelé y he levantado todo el dibujo. Ni siquiera sé cómo conseguí rascar las zonas de Portugal, España, Francia y Hungría. 

Pero bueno, que hoy casi borro del mapa a Inglaterra y Alemania. Porque si Pamela dice que nos han educado para saber esperar y que es una putada, yo paso de hacerlo. Hace ya un par de años que entró en mi vida una de las personas de las que más he aprendido. Y a veces le escribo lo feliz que soy por tenerla de amiga. Me escucha cuando tiene que hacerlo y me hace reír con sus miles de historias, consiguiendo que deje de pensar en los días vacíos que me has dejado.

Por supuesto, todavía tengo el macuto lleno de cosas. Supongo que lo vaciaré cuando me haga falta usarlo. No sé dónde meterlas. Más bien no sé dónde meterte. Esta vez sí que pagaría por que alguien limpiara mi habitación y que se llevara hasta el dibujo hecho con carboncillo de nuestra primera foto juntos. Nunca quise casarme en una iglesia, pero sonreía con la idea de poder echarme una foto delante de la de su pueblo. Ya ves. Hay sueños que se transforman en pesadillas, pero hoy no me apetece dormir. 

sábado, 31 de octubre de 2015

Minuto noventa y tres

Este invierno ha sido el más tardío de todos pero ha entrado con más fuerza que ninguno. De repente llovía y en la calle hacía un frío que encogía espaldas y congelaba corazones. Y claro, cuando vienes de los años más calurosos de tu vida, te pilla demasiado desprevenida.

Ya no hay croissants por las mañanas, llamadas a mediodía, ni consuelo al llegar a casa por la noche. El amor también es esto. El saber admitir que ya no es suficiente, llorar durante unas horas frente a la persona que querías y tener el estómago cerrado durante días.

Toda la vida viendo cómo se actúa en el amor y nadie es capaz de explicarte a lo que te expones cuando decides lanzarte al vacío por alguien. A que te manden a la mierda a la primera de cambio, a que te rompan el corazón, a darte cuenta de que la relación que tenías y que tan especial creías es la misma mierda que la que tienen todas las demás parejas o a que el tiempo pase a transcurrir de forma tan lenta como en los últimos minutos de una final de la Champions League que tu equipo va ganando uno a cero.

Y sí, al final te acaban metiendo un gol y la decepción es aun más grande que si hubieras ido perdiendo todo el partido. Porque entonces, al menos, te habrías esperado la derrota.

lunes, 26 de octubre de 2015

Regalos de papel

No es que no quiera hacerlo, es que se me encoge el estómago al pensarlo. No se le puede exigir mucho más a alguien que se toca la ceja cuando se avergüenza de algo. Sudores fríos. Los previos al vómito. La tripa revuelta y el móvil recibiendo llamadas sin contestación.

Las hay valientes, juro que me he encontrado con más de una, pero soy de las que planean la conversación ciento cincuenta veces antes de tenerla. Para que nada salga como esperaba. Para que todo se eche a perder.

Sé que hace un par de años me metí en un buen lío. Lo supe desde el primer momento y, aunque pensaba que sí, la verdad es que no hice nada por evitarlo. Una camiseta envuelta en papel de periódico y el beso, o el paso, definitivo a una vida que no había planeado.

Un septiembre diferente, un enero terrorífico y un marzo inesperado. Medir el tiempo por ciudades. Dime si las has repasado. Ahora te toca a ti cerrar los ojos y avanzar hacia delante. Prometo no girarme.

miércoles, 14 de octubre de 2015

Cuarenta y nueve

El amor es eso que sientes al ver la cara de tu madre en su primer viaje en avión, el olvidar un intercambio de gritos con tu hermana sin tener que pedir perdón, quedarte dormida en su cama con conversaciones en portugués como canción de cuna.

¿La tristeza? El primer cumpleaños sin tu familia, ver tu facultad desde la carretera por la que cada días vas a un trabajo que nada tiene que ver con lo que estudiaste y quedarte sin vacaciones acompañada de tus mejores amigas.

Cuarenta y nueve días parecen tantos que al principio ni siquiera alcanzas a contarlos. Pero cuando vas por el número treinta y has dejado de odiar los lunes porque no sabes ni qué día es, entonces, sí, empiezas a sentir que algo se te ha muerto por dentro.


Hay quien pregunta qué te pasa y hay quién lo sabe con mirarte. El amor también es eso. Porque no recuerdo despedida más triste que la de la amiga que me ha acompañado en esta aventura que dura ya seis años. Porque una comida de piso en un año de convivencia te da fuerzas para seguir. Porque una reunión en un bar cutre puede ser el acontecimiento del mes. Y porque nueve horas de carretera a cambio de un día en casa siempre es una gran elección.

martes, 22 de septiembre de 2015

Doce Bis

Otra vez había vuelto a pasar demasiado tiempo. Y ni siquiera se había dado cuenta. Treinta y siete días son muchos días. Muchísimos. Quería decirle que todo estaba bien, que no había de qué preocuparse y que poco a poco estaba aprendiendo a perdonar. Porque no, en todos estos años, nunca lo había hecho. El corazón tiene estas cosas. Odiar era una mierda. Dejó de hacerlo. Estaba dispuesta a todo. Hacía dos años que se había dado cuenta de que lo difícil no es decir te quiero, sino pronunciar las palabras que afirmaban que ya no existía tal sentimiento.


De él nunca pudo decir lo mismo, hay personas a las que no dejas de querer nunca. Se defendía diciendo que lo hacía de forma inconsciente, que era algo que todos llevábamos dentro. Como cualquier madre incapaz de reconocer que fue su hijo el que comenzó la pelea, como el agua del mar cuyo único fin es llegar a la orilla. El amor. El amor tiene esas cosas, dicen. Que viene, que va, que te pone el estómago del revés y que te destroza cuando menos te lo esperas. Y ahí está, sentada en el mismo descansillo en el que solían besarse, esperando a que algún día vuelva a bajar por ese bonito ascensor, con un balón en la mano, y le diga si hoy le apetece jugar un rato.

martes, 11 de agosto de 2015

Nieve

Durante el peor verano de la historia, el cielo seguía siendo azul, el calor abrasaba mis pies y cada gota de sudor me recordaba lo mucho que se puede odiar esta época del año si no tienes una playa y a tu familia cerca.

Durante el verano menos verano de toda mi vida, mi piel estaba más blanca que nunca, las sandalias seguían haciéndome daño y en mi habitación sonaba la música de siempre. Me volvieron a regalar una camiseta de Raúl, colgué una tarjeta de felicitación en la pared y esperé que alguien me hiciera compañía durante mi cumpleaños.

Durante este verano de mierda he sabido que los amigos son cada vez menos, he recordado con cariño a amigas del pasado y he sonreído cada mañana al acordarme de la que fue una de las mejores decisiones de mi vida. 

Me quedó tiempo para ir a un partido de fútbol, conocer Las Rozas, visitar Budapest y acordarme un poco de él. De que es una mierda no tener vacaciones, pero que todo es mejor desde que llegaste.

jueves, 6 de agosto de 2015

Carcosa

He perdido la noción del tiempo, las ganas de comer arroz a la cubana y la capacidad de sentarme a escribir. Tal vez sea culpa de este portátil, que siempre se apaga cuando estoy haciendo algo importante. Es como esas personas que nunca están cuando las necesitas. Esas que tanto te cuesta echar a patadas de tu vida.

Te iba a pedir que volvieras, que me preguntaras qué tal me había ido en el partido de fútbol, si me saqué la carrera y si he conseguido quitarme el complejo de la sonrisa. No, qué va. No creo que lo consiga. Sigo acariciándome la ceja por vergüenza cada vez que alguien me mira por la calle.

Y mira que ya apenas paso por aquí. Que quizá dentro de poco ni siquiera pueda releer textos viejos. Que el amor se va, que el cariño no basta y que algunos juramentos de sangre son más fuertes que nuestros lazos. Los de sangre, digo. De los otros no sé si quedan. Si cada vez que llega el fin de semana pienso en comerme una hamburguesa. Si cada vez que veo series de polis, recuerdo lo miserable que puede llegar a ser una persona.

viernes, 12 de junio de 2015

Cuarenta de mayo

Cuando te vienes a dar cuenta llevas dos meses sin escribir, has hecho el último examen de la carrera, uno de tus amigos ha publicado un libro y a otro lo han contratado. Cuando me vine a dar cuenta estaba comiendo por última vez en mi facultad, había dejado de pensar en ti y tenía las piernas llenas de moratones.

Dicen que es la felicidad, que te hace perder la noción del tiempo, igual que dicen que el tiempo pone a cada uno en su lugar, pero el otro día fue 40 de mayo y llegué con el pelo mojado a trabajar. Y da igual, porque siempre me molestó más el viento que la lluvia, y porque siempre hay personas con las que da gusto andar por Madrid mientras que resuena la peor de las tormentas.

Y poco más, quizá algunas restricciones a la hora de juntarnos por Navidad, unos cuantos viajes a la playa y cervezas en sitios en los que pongan tapa. Qué suerte tener tantas ganas de ir a Murcia como de volver a Madrid. Qué bien que en los dos sitios siempre encuentres a los tuyos. En fin, que es la hostia dejar de hablar de ti.

jueves, 9 de abril de 2015

Gracias

Porque qué sería de nosotros si no supiéramos dar las gracias. Porque a mí también me enseñaron a hacerlo. Por eso. Por todas las veces que me curaste los codos tras sufrir una caída, por las noches en las que te levantaste a hacerme una tila para que pudiera dormir, por las tardes en las que me hiciste la merienda, o por otras tantas en las que me preparaste el almuerzo del instituto.

Por estar ahí cuando acabé el colegio, por vivir mi alegría cuando me cogieron en la universidad, por ir a recogerme tantas noches en las que salía, por alegrarte por mí cuando me concedían la beca para seguir estudiando fuera, por entristecerte cuando no, por saber que todos estos años había estado ahorrando por si pasaba, por estar ahí el día de mi graduación.

Por dejarme llorar en tu hombro, por secarme las lágrimas y limpiarme los ojos de rimmel, por llamarme cada noche cuando más lo necesitaba, por mandarme mensajes de ánimo en los días de estudio, por llenarme la nevera cuando la tenía vacía, por regalarme los libros que no podía comprar, por las veces que me esperaste en la estación, por tantas otras en las que me dijiste adiós.

Por los reencuentros después de cada viaje, por cada abrazo, por cada beso, por cada sonrisa. Por todo esto que no hiciste, los momentos en los que no estuviste y las llamadas que no realizaste. Por dejárselo todo a ella. Es más, por elegirla a ella, porque no lo pudiste hacer mejor. Gracias. De corazón.

jueves, 5 de marzo de 2015

Mariposas en el estómago, dicen

A veces me despierta por las noches con la sensación de que estoy perdiendo algo en ese preciso momento, otras simplemente me recuerda que algo malo está pasando y que por eso me siento así. Muchas veces he sentido como se deshacía, retorcía y se hacía pequeña hasta que vomitaba. Otras simplemente me indica que tengo hambre.

Sí que es verdad que alguna vez me ha avisado de que podía enamorarme, me ha dicho ojito con lo que estás haciendo que de ésta ya sí que no sales, y casi siempre me deja comer tranquila. Se queja poco es cierto.

No entiendo por qué sólo se le da el mérito de tener mariposas, cuando la mayor función que cumple es avisar de todo lo malo. Me duele si puedo recibir un correo borde de un profesor, me duele si el número que me está llamando puede ser el del jefe, me duele incluso cuando soy yo la que llama y no encuentra respuesta. También mientras espero una respuesta.

Acumula todos los nervios, tensiones, agobios, todo eso que algún día fueron mariposas. O tal vez nunca hayan sido mariposas. Sólo el aviso de que algo malo te va a pasar. Y vuestra tripa, ¿qué hace?

miércoles, 25 de febrero de 2015

Maldita coherencia

Antes de irme a dormir quería contarte que he vuelto, que muchas veces se escribe por tristeza, pero hay otras que es por alegría. Esta vez no es por nada de eso, es porque quería volver. Porque hoy he vuelto a esa parada de metro. La de primer año sin él, la de mi primer año contigo. Porque he recordado qué se sentía cuando alguien te coge de la mano mientras esperas a tu tren y porque mis noches son peores cuando no tengo a nadie a quien echar de menos.

Cuando peor he estado, no he entrado. Siempre fui de aprenderme la lección. La misma que dice que no debes hacer daño a la gente que quieres, la que explica que te tienes que sentir mal cuando decepcionas a alguien...Y la que me ha enseñado todo este tiempo a mantenerme tan lejos de ti que hasta ha habido días en que te he empezado a olvidar.

Sólo volvería por ellas. Por mis personas, por mis mujeres. Siempre hay tres en las que pienso cada noche antes de acostarme. Eso es lo que iba a hacer, ir a dormir. Permíteme, al menos, que esto lo siga haciendo a mi manera. Que la tuya no hace más que joder. Que doy gracias por no haber tenido tiempo de aprender esa lección.

sábado, 24 de enero de 2015

Casa

Y llegas ahí otra vez, al mismo acantilado, al de hace unos años, en el que también estudiabas inglés, pero pensabas en personas diferentes. El que te hacía respirar aire puro para poder preguntarte a ti misma qué estás haciendo con tu vida, a quién echas de menos y si estás cumpliendo alguno de tus sueños.

Y una vez más te tratas de convencer de que mereció la pena, de que nada de esto habría ocurrido si estuvieras en casa y te acuerdas de las personas que nunca habrías conocido. Y te lo vuelves a repetir. Que sí, que ha merecido la pena, cuando en realidad no ha habido pena, sólo que no has estado en casa. A veces te has sentido como si estuvieras allí, pero no era tu casa.

Y no importa. No importa si te equivocaste viniendo, empezando, eligiendo, terminando o dejándolo. No pasa nada. Porque siempre vuelves, una y otra vez, a ese acantilado en el que ya has estado, a punto de dejarlo todo, de vaciar tu mochila allí mismo, de empezar de cero.

Y nunca lo haces. Simplemente te vas unos días a casa. Allí no te pueden pillar.